Tal vez fue sentada en la barra de la cocina a los 3 ó 4 años, o asomando la cabeza a la altura de la mesa para recargarla en mis brazos y ver las manos que escogían y picaban cada ingrediente. Familia y amigos entrando y saliendo a su ritmo, siempre haciendo paradas técnicas por la cocina para probar y saludar. Cada vez que alguien preguntaba “¿Qué hay de comer?” la respuesta sería “A ver qué me encuentro”. A veces había muchas opciones, otras no. Lo que para muchos sería un refrigerador vacío, para NANA eran infinitas combinaciones de ingredientes y platillos. Ella ve mole donde la mayoría vería pepitas. Hasta la fecha, estas palabras me recuerdan que no todos vemos el mismo potencial. En la cocina y en la vida.
Además de mantener vivo al cuerpo, la comida nos da un sentido de comunidad, identidad y arraigo. Cada vez me queda más claro que en Latinoamérica tenemos una conexión muy especial con la comida. Y lo valiosa que es.
Vivir lejos de mi familia me ha impulsado a compartir algunas de estas tradiciones con más gente. Ha sido mi forma de conectar con otras personas sin importar el idioma, la edad o los intereses. Este intercambio de culturas me ha permitido ver más potencial en un refrigerador “vacío”.
NANA es un concepto que quiere existir hace unos años, pero apenas empiezo a ver el “mole en las pepitas”. Me da mucha ilusión compartir con ustedes la inspiración, información, y comunidad que yo he encontrado en este proyecto, y que seguiré buscando siempre.
De corazón,
Alana.
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