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| Cefalù: donde el mar toca la memoria |
Él se detuvo frente a esas aguas donde las casas se deslizaban en un reflejo difuso. Su sombrero, ajeno al tiempo y al viento, apenas se inclinaba. En ese rincón de Cefalù se guardaban las voces de generaciones que una vez caminaron por sus pasajes empedrados, que colgaron la ropa al sol y remendaron redes al atardecer.
Había venido buscando un rincón del presente, pero encontró una grieta hacia el pasado donde cada ventana entreabierta y cada sombra sutil hablaban de una vida que no había cambiado. En el vaivén del agua y la montaña imponente, sintió que el mar tocaba la memoria, como dedos suaves que despiertan recuerdos dormidos. Los ecos de antiguos pescadores, el crujir de las viejas barcas y el rumor de olas perdidas se filtraban en el aire.
No necesitaba avanzar. Allí, donde el pueblo se doblaba en dos, como si la orilla guardara un espejo invisible, comprendió que el tiempo no se había ido, se había escondido entre las piedras, aguardando a quienes supieran mirar más allá del reflejo.