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Recordé que en nuestro país los animales son bienes muebles, propiedad de las personas y que en chino mandarín la palabra animal, 动物 (dòngwù) está formada por dos caracteres que significan “cosa u objeto que se mueve”. Un artefacto para ser usado, pero, a diferencia de los demás, no fue creado por las personas. ¿Por qué, si también somos animales, no nos consideramos artefactos? Porque hemos construido un mundo antropocéntrico donde no nos vemos como cohabitantes de un mismo espacio vital.
Un libro es un artefacto para ser usado, al igual que un microscopio, una nave espacial y un museo, y “Una ballena es un país” de la escritora, poeta y traductora mexicana Isabel Zapata es una mezcla de artefactos: páginas, historias, fotografías, mapas, testimonios de la interacción entre humanos y animales que, al mezclar la poesía con el ensayo, busca tender puentes de empatía y transformar nuestra relación con la naturaleza en un periodo de crisis interconectadas que explotan el individualismo y la incertidumbre.
La capacidad de Isabel Zapata de darles a los animales una voz y una historia desde lo onírico y, por momentos, lo fantástico, es un recordatorio de la humanidad que deberíamos tener, en contraste con los relatos basados en hechos históricos donde las personas demostraron tanta crueldad, convirtiéndose en artefactos de destrucción de otros seres que se consideran también artefactos. Entre los muchos grises de la ciencia, que lleva a experimentar con animales para “los avances de la humanidad”, hemos descubierto las características fisiológicas y las conductas de los animales, tan diferentes y similares a nosotros al mismo tiempo.
Al final del día, las ballenas, los caracoles y las personas nos parecemos: somos países, geografía, tenemos fronteras difusas, somos una casa y crujimos porque sabemos amar sin rigidez.
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💙 Gracias
@falsoazufre por nuevamente confiar en mí para reseñar sus maravillosos libros.
#lecturaclubdete